Mucho más
comunes son los sistemas de reconocimiento facial, que no son más que
aplicaciones informáticas que identifican y verifican la identidad de una
persona a partir de una imagen digital o de un fotograma que forma parte de un
vídeo en vivo o grabado.
Los algoritmos de reconocimiento
facial extraen características diferenciales de la cara de unas personas. Por
ejemplo, la posición relativa, tamaño o forma de los ojos, la nariz, o la
mandíbula. Esas características pueden combinarse con otras técnicas más
avanzadas como el reconocimiento 3D que recoge también la forma de nuestra cara
y sus corntornos, y que por ejemplo sirve para realizar el reconocimiento
incluso con perfiles de personas. El análisis de la textura de la piel es
también otro de los componentes que ayudan a incrementar la fiabilidad de este
método.
Las aplicaciones del
reconocimiento facial son hoy en día muy numerosas en todo tipo de escenarios,
y además de los sistemas que por ejemplo se han aplicado en Facebook para el
reconocimiento facial -y que fueron prohibidas en la Unión Europea-, existen aplicaciones
singulares. La detección de ciertas expresiones en los rostros de las personas
pueden, por ejemplo, ayudar a estudiantes con problemas o a evitar situaciones
de estrés en el coche.
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