El análisis de las huellas
dactilares y su uso como sistema de identificación es uno de los ejemplos
clásicos de la aplicación práctica de la biometría. En ese análisis entran en
juego los patrones presentes en nuestras huellas dactilares, pero también en
características especiales que también diferencian unas huellas de otras, como
surcos cortos o bifurcaciones en algunos de los surcos de nuestra huella.
Los sensores que permiten
analizar huellas dactilares son de varios tipos -ópticos (receptivos y
transmisivos), ultrasónicos, capacitivos, mecánicos o térmicos, por ejemplo-, y
todos ellos tratan de ofrecer mejores prestaciones en ciertos escenarios y en
ciertas aplicaciones prácticas.
Hay muchos ejemplos que han
tenido cabida en Xataka durante los últimos años. Samsung ya hacía uso de un
sistema de este tipo en su SCH-370, lanzado en 2005 y que seguía la estela, por
ejemplo, de algunos Pockets PCs que algún tiempo antes también ofrecían esa
capacidad. Los sensores de huella dactilar han sido también opción común en
ordenadores portátiles empresariales, pero también en otros dispositivos como
discos duros externos, sistemas de apertura de puertas, o sistemas de pago, por
ejemplo. Y todo apunta a que seguiremos viendo más y más dispositivos con este
tipo de tecnología.
Los dispositivos móviles también
han popularizado este tipo de sistemas de identificación en los últimos
tiempos, y tanto el iPhone 5S -con su tecnología TouchID, de la que Apple ha
dado diversos detalles en las últimas semanas- como el Samsung Galaxy 5 -con
una propuesta algo distinta, pero igualmente interesante- los han utilizado
para ofrecer a los usuarios una forma alternativa de desbloquear estos
terminales e incluso de realizar pagos electrónicos con una autenticación
basada en estos sistemas.
La fiabilidad de este tipo de
sistemas biométricos es elevada, pero como se ha demostrado últimamente, la
seguridad que proporcionan no es total y a menudo ha sido posible
"engañar" a este tipo de sistemas con moldes fabricados con mayor o
menor esfuerzo. Para tratar de evitar ese tipo de problema se han ido
implementando características adicionales en los sensores que permiten combinar
la huella dactilar con factores como la temperatura, la conductividad, la
constante dieléctrica relativa (que es distinta en nuestra piel y , por
ejemplo, en un molde de silicona), la presión sanguínea, o el ritmo cardiaco
que demuestran que lo que estamos poniendo encima del sensor es, efectivamente,
el dedo de esa persona, y que dicha persona está viva.
Hay estudios que revelan que a
pesar de todo los fabricantes de este tipo de lectores no puedan de momento dar
pruebas definitivas de que estos dispositivos sean totalmente seguros, y de
hecho recomiendan no usarlos como método de autenticación.
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